El charol de su tricornio
brilla como la conciencia,
la Bandera Nacional
se posa en sus manos muertas…
En sus viejos camaradas
hay lágrimas de impotencia,
y en su mujer y sus hijos
sólo hay lágrimas de pena.
Alguien dice que es el precio
que exige el nuevo sistema,
pero las deudas las paga
sólo aquel que tiene deudas,
y no es justo que esta muerte
pague las deudas ajenas.
¡Maldito rencor marxista,
maldita pólvora negra,
maldito el que hace el camino
para un perdón sin enmienda!
¡Cuánto se esconde en la mano
después de tirar la piedra!
Que Dios bendiga tu sueño
y que premie tu inocencia.
Yo te juro que, algún día,
liquidaremos tu cuenta.
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