Las acusaciones de corrupción, abuso del dinero público, inutilidad clamorosa, entreguismo a los separatistas catalanes, acuclillamiento ante los filoetarras y etarras de Otegui, –Otegui, por favor, no Otegi, que yo no conozco a «Oteji» alguno–, importan un bledo en la Moncloa, en los ministerios, en las autonomías socialistas y en las saunas masculinas. Importan un bledo en Marruecos, Venezuela y Cuba. Importan un bledo en las «herrikotabernas» batasunas o en los «batzokis» del PNV. Y menos aún, en los concursos de caracoles que organizan los catalanistas con posterior baile de sardanas. Teniendo de su lado, por emoción ideológica o necesidad económica a la mayoría de los medios de comunicación, impresos o audiovisuales de España, esas críticas carecen de efecto. Se han convertido en los chulos del sistema, y al chulo no le molesta que le apliquen la adjetivación precisa. Se pasan las críticas y las acusaciones por los entreperniles. Las críticas y acusaciones sensatas se las pasean por la transexualidad y el fango las ministras podemitas. Ya son 133 los violadores que se han beneficiado del disparate de ley de la analfabeta Montero, y de ellos, más de veinte han recuperado la libertad. Les importa un bledo que se les recuerde.
Actuarán así hasta las elecciones, y si el proceso del fraude electoral se cumple, seguirán gobernando hasta destrozar el mapa de España, culminar el golpe de Estado contra la Constitución vigente, y proclamar la Tercera República Española en lo que quede de España.
No es Sánchez el enemigo a batir. Es Indra. El resultado de las próximas elecciones no depende de las encuestas estúpidas del CIS de Tezanos, que se toman a risa y chacota incluso entre los suyos. Depende de la honestidad y decencia de Indra. ¿Para qué fue asaltado el Indra? ¿Por qué fueron cesados los socios independientes? ¿Qué utilidad tiene la violación del organismo, hoy plenamente entregado al poder ejecutivo?
Están obligados el PP y Vox a unirse en las sospechas, a unirse en las denuncias ante los españoles y la Unión Europea de la más que probable manipulación de los resultados electorales. El adversario es Indra, no Sánchez. Sánchez, sin Indra, no tiene nada que hacer. Y con él, su banda anticonstitucional.
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